domingo, agosto 07, 2011

Petróleo

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Antes pensaba que ahora los poemas
simplemente brotarían.
Como un proceso natural, dormir e invernar en invierno,
sin expectativas, y luego la lengua, que estuvo cargando
sol & aire y que ahora está toda caliente y rebosante, minaría la tristeza.
Somos melancólicos, es un hecho. Somos melancólicos
porque nos queda bien y porque luce mucho
y porque pensamos que así es como más les gustamos a las mujeres.
Que es lo único que cuenta.
El asentimiento, las sonrisas y el calor de estos seres;
de todos modos, cuando entran en un lugar,
todas las creaciones inmortales del espíritu palidecen de inmediato.
Además de ellas, que siempre están de moda, hoy día está de moda Toscana.
Sobre todo queda bien ser un poeta yanqui en Toscana.
Primero llegó Goethe, después los Lake Poets e
Izidor Cankar y tras él todos los demás para
cobijarse bajo el ala de Dante.
De paso, uno hace una breve visita a Venecia
y toca las tumbas de Pound y Brodsky.
Y una visita a Rapallo donde, en nombre de la pureza
de la raza, levanta el brazo al aire y firma
algún tratado. Y después, al regresar a casa,
los poemas están llenos de palabras italianas
que son tan suaves y refinadas, llenas de cultura y ruinas.
Y los editores las aceptan asintiendo con aprobación.
Y los críticos escriben: Qué belleza, qué erudición.
Ha regresado a la cuna, a la tradición. Qué recursos
estilísticos. Qué superación del propio talento.
Ha trasplantado a San Gimigniano y al Duomo de Florencia
al Valle de la Muerte.
Pero yo sigo aquí. Clavado en un lugar.
Consagrando este pedazo de tierra que ocupo.
Mido 188 cm, peso 78 kg y tengo 37 años.
No tengo ningún maravilloso De Kooning que pudiese
anhelar. No tengo ni siquiera un maravilloso Jakse.
Pero tengo el maravilloso equipo de fútbol
Girondins Bordeaux. Cristophe Dugary, nº
26. En cuanto se me cure la pierna, mi regreso
a la cancha está garantizado. Los pibes
del barrio estarán encantados.
Se acerca el primero de mayo. La fogata será alta, seguro.
Y el habla de la gente alrededor de ella
desesperará incluso al lingüista menos serio.
Hay algo cosmopolita en el provincialismo,
en el aislamiento, la posibilidad de un nuevo descubrimiento del fuego
que arde de arriba hacia abajo, de un nuevo descubrimiento
de la rueda que gira en los dos sentidos al mismo tiempo.
Al día siguiente, la marcha tradicional al monte de Mrzlica.
Volveremos a llevar las remeras con la inscripción:
"Proletarios del mundo, únanse."
Desde distintos puntos acudiremos otra vez
a los refugios de montaña, tiritando de frío, con una mirada sombría,
pero con fanatismo y fe por dentro. Como durante todo el siglo veinte,
volveremos a leer El Capital durante el día
y la Biblia durante la noche. En lugar de drogas,
alcohol y mujeres livianas buscaremos detonadores para
colocarles una bomba a los capitalistas
o al menos minar una letrina abandonada
en el campo. Volveremos a juntar las cabezas
para organizar una huelga,
tramar un complot, escribir alguna tesis
porque la revolución es algo permanente y los poetas
serios tienen que estar en las primeras líneas de combate.


Uros Zupan
Poesía eslovena contemporánea
Selección y traducción: Marco Jensterle
Gog y Magog, 2006.

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