martes, febrero 14, 2012

Una monja un poco gitana (fragmento)

.
Osvaldo Aguirre: Al leer tus poemas se ingresa en un mundo diferente, muy particular, que parece cumplirse más allá de éste. Es, podría decirse, el modo en que regresa el pasado: una infancia reinventada, ¿no?, más que el testimonio documental de la infancia.

Marosa di Giorgio: Pero la poesía, y todo el arte, ¿no es siempre una reinvención? No es una copia del mundo, porque es inapresable el mundo. Yo lo veo y lo transformo en escritura, y pongo cosas de mí. Eso queda como transmutado. Porque vemos las cosas y después aparecen como las mismas y de otro modo. Yo no creo que la infancia sea el motivo de esa poesía.  Esto tiene que ver sobre todo con el lenguaje, la escritura, la poesía y con otras cosas. La naturaleza tiene un papel importante, y no es tampoco un retrato de la naturaleza. ¿Tú cómo lo ves?

OA: Para mí, brevemente, hay un núcleo de experiencia fuerte que funciona como base para la imaginación. Ahora, en Historial de las violetas, al hablarse de "la noche de las azucenas de diciembre" se dice: "aquello ocurre con sólo quererlo. Basta que se lo desee para que ya sea". Y después: "así me abro a otro paisaje y a otros seres". ¿Es ésta una explicación de tu manera de escribir?

MG:
Ese tránsito, ese trance, es el que acontece siempre, el que viene para estas cosas, ¿no? Lo que cuento es de este mundo y no es de este mundo. Porque seguramente los abuelos existen, los hongos existen, las rosas existen, pero es como que están en otra zona, los voy a buscar a otra parte.

OA: ¿Ese tránsito acontece antes o durante la escritura?

MG: Es inconsciente. Los poemas, todos [señala la edición de Los papeles salvajes], muchísimos, me caen en la mente. La palabra trabajar me resulta un poco dura, pero era como que los elaboraba de alguna manera en lo interior. Empezaba a venir eso y lo ordenaba. En cambio en el último libro, de ralatos (Misales), empecé a escribir al azar. Tomaba una hoja, un papel y no sabía para dónde iba. Pero igual se tejía todo y llegaba un momento culminante.

OA: Ahora, si ocurre con sólo quererlo, hay también algo de magia, ¿no? Y justamente, en un poema de Está en llamas el jardín natal, escribís: "yo soy de aquel tiempo, los años dulces de la Magia".

MG: Si fijo la atención en esa zona que yo sé, empiezan a aparecer cosas y cosas. Si quisiera estaría continuamente en la escritura. No te puedo explicar qué mecanismo es. Pero sé que hay una manera de ponerme en situación. Ahí empieza a manar, y cesa cuando yo quiero. Es una habitación a la que tengo acceso.

OA: ¿Y cuando eso cesa el poema ya está?

MG: Yo no salgo de ahí hasta que el poema esté cuajado. No me he propuesto nunca escribir un poema. Empiezo a contar algo desde esa zona; es un llamado al que acudo. Cuando eso tiene que venir, aparece. Sea de noche o de día, no hay actividad que lo detenga. Siempre lo que provoca más es lo que tiene relación con la tierra, con el cielo, con lo agrario, pero eso está mezclado a mil cosas más, cosas como inasibles, inexpresables. Las primeras impresiones que recibí del mundo, que me siguen nutriendo: ¡la primera vez que vi la luna, las estrellas! Eso quedó ahí como un impacto. Era eso y algo más. Tomo la palabra de otra poeta, Concepción Silva Belinzon, al referirse al firmamento: "Tu misteriosa letra conocida". La letra de Dios.

OA: Sabés cómo hacer un poema...

MG: Sé cómo llegar hasta ahí.

OA: ¿Y cuándo aprendiste?

MG: Ah, no sé. Siempre hay un misterio... Es una facultad. Tú como poeta lo sabrás. Yo escribo sin rumbos, ni proyectos, ni fin alguno. Soy una princesa desnuda y descalza, una monja un poco gitana, esperando que le caiga, desde el cielo, algo a las manos. Algo, como ser, una vara de gladiolo, una rata. No necesito más.


Marosa di Giorgio
No develarás el misterio. Entrevistas 1973-2004
Compilación: Nidia di Giorgio/ Selección: Edgardo Russo
Edición y prólogo: Osvaldo Aguirre
Este fragmento pertenece a una entrevista publicada originalmente en el Diario de Poesía, número 34, en julio de 1995.

No hay comentarios.: