sábado, junio 14, 2014

Tres poemas de Enrique Verástegui


El arte de la yerbaluisa

Beber un sorbo, después otro sorbo y después otro sorbo, como si probara suspiros limeños. El primer sorbo, no muy caliente, llena todo el paladar, impregnándolo de un sabor delicado mientras se escurre por la garganta hacia el estómago. Ese primer sorbo, definitivo, como el big-bang, llena de excelsitud al ser y ayuda a comprender la estetización mental de la biología. El segundo sorbo, probado cuando se ha llegado a la excelsitud del ser, rememora el sabor del primero y ayuda a comprender la infinitud del universo. El tercer sorbo, y los siguientes, hasta agotar la taza de porcelana oriental, sitúan la mente en el mundo y al cuerpo en su máximo de comodidad. Esta planta se puede recortar y, colocada bajo los rayos del sol, ponerse a secar para utilizar luego en la infusión. Un puñado de trozos de oro en la mano. Si se desea, se puede echar en la taza de yerbaluisa tres cucharaditas de azúcar.



Simetría

Tan bello como hacer el amor es pensar simétricamente al mover las piezas del ajedrez: 64 cuadros fundan la variación infinita de la mente, tanto como el placer causado por las 64 posturas fundamentales del Kamasutra. Tanto el perfume francés Chanel como el pachulí hindú, convenientemente usados, constituyen un despertar espléndido de la poderosa sexualidad armonizada en todas las chakras del cuerpo humano. Si mis trabajos filosóficos son superiores a Platón y Aristóteles no es por otra cosa más que por la invención magnánima de mis matemáticas que expresa la riqueza hecha universo.



A ti te gusta la poesía

Nada más claro en estos días como esas palabras
                          con sabor a yerba fresca que tú y yo,
                por detenernos delante del mar
                          en Barranco
deseé apoderarme de ti o mejor, toqué tus cabellos,
                          esa soledad maldita en la que estuvimos
metidos antes y después de noviembre.

Esta vida no es lo que es ni lo fue y ahora mismo,
           con todo lo dura que es para mí,
                          un ángel volando a ninguna parte
en el centro del gran enredo en que todos,
                algunas veces,
cuando equivocamos la página,
                volvemos a caer en lo mismo: un sándwich
                          barato higos secos
                                        y Mozart es apenas
                una sonata que ningún aprendiz
estudiante de piano puede limpiar sobre las teclas
                          como antes o siempre
                alcanzamos a gustar de este idioma perdido:
                                        sinrazón
que aparece como el día y la noche
                porque en nuestra lengua el sueño
aún no tiene nombre ni forma ni punto de partida.

Hoy es un día más de todos los que hasta ahora hemos
conocido -- hoy es el día
o sencillamente una palabra ha reventado en nuestra mente
fugándose lejos de la esfera de acción de estas líneas,
de este deseo.

Te queda muy hermosa esa cabellera -- te lo dije una vez
y te lo vuelvo a repetir.
                          Recuérdalo, estoy en ti en tu manera
                de arrancar los geranios más tiernos
esta primavera mientras todo,
                el viento, la angustia, rompían tu serenidad
                                        y no éramos
sino restos del naufragio de estos días,
                un rastro solitario en la playa.

A ti te gusta la poesía
                pero no tanto como un pastel de fresa.
                                        Esa poesía
hecha a la exacta medida de un brassier
que pueda resistir a tus senos.
                ¡Cúbrete, está lloviendo fuerte aquí!
A ti te gusta la poesía y ya no hay pastel de fresa.




Enrique Verástegui

Tratado sobre la yerbaluisa
Caja negra, 2012.

En los extramuros del mundo
Caja negra, 2012.

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