viernes, abril 07, 2017

Cuatro poemas no recogidos en libro de Carlos Martínez Rivas


Nostalgia en las sierras
-Carretera sur, km 12-

En la vereda el rubí de una bicicleta arde
a los focos del auto que acelera entre los árboles
apareciendo desapareciendo reapareciendo...

Desde aquí y tan poca cosa, pero a ti destinada.

mnga
nica
1963





Chicanos

Los pobrísimos
matrimonios
bautizando
a sus niñas.
Buscar hallar
al fin un nombre
como CYNTHIA!
Y volver a la
miserable lucha.

l.a.
cal.
1959





Canastas

Esas mujeres viejas y voluminosas
que pasan ida y vuelta todos los días
temprano y al oscurecer, amontonadas
en el depósito trasero de camiones,
entre grandes canastas llenas y vacías;

las reconozco.

Esas mujeres fueron niñas. Niñas de rodillas
puntudas y renegridas, que yo pude haber visto.
Sí, que de seguro vi pasar,
allá por los mil novecientos treintaisiete,
con la pasión mórbida de la infancia.
Pasión que pierdes una vez y ya no recuperas.

Esas mujeres -te decía- que veo pasar
temprano y al oscurecer de ida y de vuelta
entre canastas llenas y vacías;
igual ahora hasta morir antes que nazcan,
no conocerán de la vida más que eso:
el bregar diario que despierta antes
que sus párpados, desgarrándoles el sueño.
Las madrugadas implacables. Los traseros
de camiones. Las eternas canastas.

altamira
marz 1986





Los perdedores caen en la lona

Ser el ganador es una vulgaridad.

Yo, personalmente, me sentiría abochornado
si me levantaran el brazo ante la multitud
en el cuadrilátero bajo una luz de oprobio.

¿Por qué?
¿Porque derribé a un luchador solitario
que ni siquiera combate conmigo
sino consigo
y a lo mejor era mejor que yo?
¿Por qué no le levantan el brazo también
al que está en la lona caído
si peleó lo mismo?

Gene Tunney era mejor que Dempsey.
No un bruto. Un científico. Un poeta
que escribe en su autobiografía, Arms for living:
"Allí estás solo.
No hay amigos allí. Te la juegas sin nadie.
No hay partidarios excepto tus brazos."

El perdedor estudió su técnica en anteriores
combates. La suya y la del adversario.
Las comparó en rollos de películas proyectadas
en el comedor, después de la cena, con sus hijos.
Niños de ardientes pómulos confiados en su fuerza.

Seguros de la victoria del padre.

Pero tal vez el perdedor estaba
perdidamente enamorado de su esposa
y roto por el insomnio. Como Jack Brennan.
-Sí. Jack Brennan.

Y durmió mal la víspera del encuentro.
No le respondieron los reflejos.
Se le agarrotaron los reflejos.
Se le agarrotaron los tendones del muslo.
Demasiado clinch.
Deficiente trabajo de piernas y juego de cintura
frente al otro: sereno, manteniendo
la guardia ortodoxa sobre la pierna izquierda
hasta el gancho mortífero,
como el gesto del embozado en el cartón de Goya.

El sudor del esfuerzo espaldar.
El tallado torso refulgente como diamante.
Un prisma proyectando un espectro de brazos
como luz en haces.

Pero nadie sabe que uno piensa cuando boxea.
Piensa en una caja de música de niños
y una esposa en trámites de divorcio.
Sentada Dios sabe dónde.
Dos ojos neutros en trámite de divorcio.

Ganar: vergüenza profesional.
Perder: destino sin concesiones.
Si todos somos, nadie es más grande.
Si la victoria de uno es la derrota de otro,
toda victoria es, en algún lugar,
un fraude.

altamira
enro
1984





Carlos Martínez Rivas
Años diez. Revista de poesía, número dos, otoño 2015.

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